Esperando

Esperando
Fotografía por: Jacobo Jurado

Esperando

Son lisos y débiles mis pasos que humedecen la baldosa pálida y roja de este oscuro baño. Las gotas de agua caen por mi cuerpo desnudo tan lentas como mis ganas. Me estoy mirando al espejo con firme determinación y el iris enmelado que anida la cuenca de mis ojos se ahoga en turbadas sensaciones. Hoy espero lo inesperado, entonces vestiré mis mejores ropas.

Negro en gran parte, para tiempos oscuros y un poco de ocre, por si pinta brillar. Se han ido a dormir algunos soles y varias lunas han nacido en el firmamento desde aquella noticia. Ya no sé si aumentan o decrecen las cifras, tampoco quiero saberlo. Solo hay una certeza, solo una: mi familia es víctima y forma parte de ese número que se hace infinito con cada segundo.

Deseo ser paciente y llenar de consuelo mi alma, pero la esperanza es escasa y muere con cada exhalación desesperada de un hombre que lucha por no dejar a su familia. Hay temor en su mirada cansada y el aislamiento obligatorio penetra su desamparo como una daga inmisericorde. Ahora miro al cielo y pienso, ¿me he olvidado de Dios o Dios se ha olvidado de mí?

Algo tengo claro, no somos los únicos, no fuimos los primeros ni seremos los últimos. Es una realidad chocante y perpleja que excita conmociones frescas, tan modernas como sus razones. No es lo mismo saber que existe, que albergarlo y convivir. Ha entrado un intruso a casa y se resiste a abandonarnos.

¿Qué es lo que espero entonces? Tal vez que cumpla su cometido y no vuelva más a nuestras vidas. Quizá llegar a un acuerdo, satisfacer sus implicaciones y que nos deje libres. No sé qué espero de un mudo y sordo que no escucha razones ni se apiada de los más frágiles. Pero acá encerrado espero una respuesta, bebiendo un café frío en primavera y vestido ante su inclemencia.

Hoy lo asiste un respirador artificial y a nosotros también. Vivimos o morimos juntos, aunque el Covid-19 intente disgregarnos.

Cristian Arango