Alma gemela

Alma gemela
Fotografía por: Mamá

Alma gemela

Quiero comenzar con un conflicto, como esos de niños en los que tú salías con un dedo quebrado y yo con lágrimas gigantes bajando por mis mejillas pecosas, como los tuyas. Podría hablar de Dios, del tuyo, del mío, del nuestro, pero en realidad quiero proferir al azar, porque si bien el mérito es celestial según mamá, deseo pensar que el azar tuvo que ver en todo esto y, sin duda, supo elegir muy bien.

Ayer precisamente desperté tarde, malgeniado y con un sinfín de pensamientos cargados de ansiedad y vos qué culpa; la verdad es que nunca me ha gustado eso que tanto disfrutas y para colmo tengo examen de inglés en un par de días. En fin, llegó de bruces un pensamiento punzante con el que he aterrizado en estas líneas: el destino nos puso como compinches de vida y aún así sobre ti no he escrito nada. No es lo que piensas ni lo que el resto sobreentiende, lo que pasa es que describirte sería describirme y no quiero parecer narciso.

Aquí suena la música, Porta me entona Querida Alma Gemela y yo te invito a que la escuches mientras me lees, te conozco tanto que sé que estás llorando, como también yo. Tal vez en el fondo no somos tan parecidos y es por eso que me cuesta, a veces me niego a pensar que seamos diferentes porque vos, que nunca lo supiste, has sido siempre mi ejemplo a seguir.

Esa persona que quiero y no puedo ser, el polo opuesto positivo, la reina de mamá, los ojos de papá, la medalla de excelencia, el alma de la fiesta, la perseverancia, la erupción de los volcanes, la carcajada alegre, la loca de las piedras, la razón en medio del caos, la diadema floreada de Mon Laferte, el amor de Luis, la alegría de Nacho, el orden de Sharif, el aroma de Vesubio, la arrogancia de Xhelazz, la protección de Negro, la inocencia de Otoniel y el cariño de Pinatubo. De mí lo más grande y afortunadamente, mi hermana.

Hace bastante tiempo que dejé de verte seguido, a veces me aterra pensar en la costumbre de la ausencia. Desde algunos años atrás no sé que es convivir juntos, quizá no sabremos de nuevo lo que es, entonces no queda más que agradecer. Fui feliz y lo sigo siendo, en ocasiones cuesta creer que algunas personas existen y vos, que siempre te vestís de humildad, eres una de ellas.

Por eso me despido aún sin mucho que decirte, porque para describir lo divino sigo siendo muy humano.

Cristian Arango