Hijos del mar

Hijos del mar
Fotografía por: Jacobo Jurado

Hijos del mar

Ahora que puedo observar el mar y nubes negras se alían con gaviotas en el cielo, me deslizo en estas líneas que me atan al Pacífico, con la brisa salada del Atlántico. Será porque el mar está enfurecido como el día que tras Una Sonrisa al Atardecer brotó una lágrima; el recuerdo es chusco y quienes se rieron de mi infortunio en Ladrilleros, hoy toman conmigo un vino módico en Salerno. Ellos se quedaron, aún no se han ido y tal vez nunca lo hagan.

No, porque en mi presente son la ambivalencia necesaria, lo preciso y lo etéreo. Somos la ola enervada y estruendosa que muere exhausta en brazos de la arena un sábado en la mañana o un domingo en la noche, a veces los martes, en ríos de vómito o en abrazos con olor a sangre, porque extremos son nuestros excesos y así de fuerte nos queremos. Refiero a lo chistoso, lo ocurrente, lo divertido aunque me asistan los sinónimos, lo que pasa es que el pleonasmo es necesario para describirlos.

Podrán decir que nuestra existencia les roba la calma tediosa y asidua, pero no tendrán la fortuna de saber qué es dirigirse al óbito en un carnaval interminable, entre vallenatos “agropecuarios” de acordeones sinceros, las infinitas poesías de Julio Jaramillo, el tequila servido en las manos del moreno, el vino caducado de un viejo alegre, los alaridos advertidos del gordito, los descarrilamientos etílicos en el Rails, los despechos sempiternos del monito, los atardeceres desde un balcón cotilla, las madrugadas de suelas desgastadas, el ginebra, el chorro, el ron, las risas, la moto, Party de Marquesina, el tejo, la montaña, el sudado, la rabia, el fútbol, el carro, las películas, la política, la izquierda, Manizales, Tuluá, Pereira, los perros, la guitarra, Buenaventura, Turmequé, la entrevista, los escritos, los guayabos, las mañanas, la finca, la cumbia, las lágrimas, el chingue, el catre, boom, Italia, la espera, Salento, la feria, los juertes, la pelea, la cagada, Lolos, los deberes, Toulouse, los libros, la tesis, la birra, los viajes, la loneta, los conciertos, la Vaquita, la familia, Consuelo, Clara, Yaneth, Lida, Jairo, Humberto, Jairo, Carlos, Edward, Rafaela, Dulis, Johana, la ranchera, la bandera, el tattoo, Colombia… No podría acabar nunca y la verdad quiero irme a tomar. Con ellos.

Cambia el lugar, las estaciones, los años, los horarios y el idioma. Pasan tormentas, el bochorno, la nieve y el virus. Gira el planeta con su desorden y nosotros resistimos juntos. El mar es testigo y nosotros sus hijos.

Cristian Arango