Cuarto de siglo

Cuarto de siglo
Fotografía por: Cristian Arango

Cuarto de siglo

25 veranos y un invierno menos han pasado desde entonces. Basta un cuarto de siglo para entender la vida y sus sinuosidades, en el bahareque humilde de pequeño o la sórdida soledad de un tiempo histórico que cubre a la primavera. Yo renací un 24 y ese embarazoso revés no fue planeado, es mi pretérito el eclipse de ese tiempo en el que muero y vivo para contarlo. Pues en 23 minutos llegué a la senda luminosa que más conoce de arrepentimientos y lloré sin lágrimas, sin muros ni lamentos.

Después conté los 22 tornillos que se aferran a mi cuerpo y entendí que es más lindo ser máquina que ser de huesos. No alcanzan las heridas para pintar mi lienzo en el que apenas se trazan 21 cicatrices biográficas, mi historia se cuenta con fracturas y en el poema número 20 de Pablo Neruda. Me bañé de silencio en la hostilidad de las palabras y 19 pasos me volvieron siempre a casa.

A mis frenéticos 18 desvestí imprudente a la desgracia, como luna llena ante la mirada sádica de las estrellas. No sufrí mucho, pero aún se siente el frío helado de la muerte en el pasillo de la habitación 17. Mas este es mi refugio en el que subo el volumen a 16 e invito a mi conciencia a hacer topless con mi alma desnuda desde los 15. Huyo en un turismo gramatical en el que visto pantalones cortos, cuento 14 nubes del firmamento y las postro ante sus ojos.

Fue el choque de astros de un domingo 13 el causante del agujero negro que mora en mi corazón. Beodo desde los 12 bajo la corrupción de un hombre de leyes, con cerveza barata y 11 canciones alegres para bajar el ron. Desecho por costumbre ante éticos sesgados, con 10 años de argumentos y ninguna poesía a mi lado. A mis seísmos atribuyo los tormentos de los sueños incumplidos como ser un falso 9, darle un beso en la frente y comer de sus sudados.

Ya sé que 8 es mi número de suerte en el parqués, pero fue en una timba poética donde gané las 7 vidas de las que ya perdí unas 6. Ahora cada 5 de diciembre se ilumina la vida mía, al lado de esa donna que me quiere todavía. Y me iré pronto, como una ola pasajera que abandona la orilla, porque de 4 a 3 hay un parpadeo de 2 ojos que alguna vez se atrevieron a mirar a 1.

Cristian Arango