Estrellas

Estrellas
Fotografía por: Free-Photos en Pixabay

Estrellas

Han de estar locos todos esos que observan las estrellas. O capaz soy yo el loco que las miro, pero no las observo. Pasó con ella uno de esos días en que las coincidencias son milagros y el ahora toma la figura de las eternidades. El cielo, ese mismo que nos cubre con la lucidez de un afortunado y la oscuridad de un mísero, ese día no pintaba las mismas estrellas. Y es que, para darse cuenta de ese detalle, tan grande en su inmensidad y tan pequeño para ser pensado, hay que observar las estrellas y no precisamente con los ojos de un estudioso, sino con los ojos de un…

Iniciar con el final tiene sentido cuando el final es la entrada más bella del inicio. Desde mi lugar, que ha sido siempre el de un humano, pude sentir su presencia impoluta y fijarme en lo maravillosa que es desde el primer momento en el que el silencio dejó de ser y mis vacíos se llenaron con sus palabras. Pero ella, siempre tan diosa, se fijó en los astros, porque esos, siempre tan bellos, se parecen mucho a ella.

¿Cómo lucían las estrellas el día que, sin esperarlo, ella y yo llegamos a coincidir? Quisiera responder, pero este tipo -insisto- tan humano, se desvive más por descifrar las coincidencias que hoy lo traen a estas letras. Es así, soy bueno en lo mundano y nunca he rozado lo extraordinario. Estoy condenado a erguirme desde el suelo, apagado y mirar para arriba, observarla con luz propia, delicada, clara, tan alta y pequeña a la vez, tan cercana y lejana como lo inalcanzable… Entonces, las estrellas ese día lucían tan hermosas como ella.

Y sí, estoy loco porque ya no observo las estrellas, en plural, la observo a ella, en singular. Dejó de ser un misterio el universo para mí desde el día que llegamos a coicidir, los enigmas del cosmos son los suyos, sus ojos son soles, los cometas se deslizan por su pelo colorido, sus lunares son constelaciones, sus enojos choques de asteroides y su corazón un agujero negro en el que yo ya me perdí. Amo este viaje intergaláctico que me conduce por caminos con un mismo sinónimo, el amor. La amo a ella.

Han de estar locos todos esos que observan las estrellas. ¿Cómo lucían las estrellas el día que, sin esperarlo, ella y yo llegamos a coincidir? El cielo ese día no pintaba las mismas estrellas. Y es que, para darse cuenta de ese detalle, hay que observar las estrellas y no precisamente con los ojos de un estudioso, sino con los ojos de un enamorado. Las estrellas ese día lucían tan hermosas como ella.

Cristian Arango