No eres Música

No eres Música
Fotografía por: Pexels en Pixabay

No eres Música

Las mariposas sobre el ombligo del cielo, entre el hombro del río y la cintura de la cordillera, huyen del destino fácil de mi panza. Eso porque quiero ser lo que mis ojos ven y lo que mi cuerpo palpa. Entonces no vengas con que mis silencios hablan más que mis palabras. Es que después de tu voz el mundo se transforma en una masa grotesca, grosera, pero no te creas tan divina que el ateísmo está en la sala contigua de mi razón. No creas lo que creo, ni vivas como pienso, porque un montón de prejuicios me nublaron el alma. Es que, a veces, mi situación se torna jodida porque no sé si en realidad existes. Cuando no estás soy yo el único que habla de ti, el único que te imagina pasados y futuros y te adivina en presentes, con la misma sensación del que sueña y despierta y quiere contarle a todos que despertó en el mejor momento. Ahora escribo, como respiro, como vivo, como soy, como si una marea de absenta arrasara con todas mis seguridades, con todas mis certezas idílicas y emborrachara mi cuestionable cordura, hasta el punto de querer correr y encontrarte sentada en una mesa de póker alimentando a un gato con tus tatuajes al aire, tus tetas bien paradas y tus labios de cristal sangrando mi sangre, reflejando mi incredulidad.

¿Quién anhela hablar del futuro? ¿Para qué arruinar este presente tan puro, tan bruto e impredecible? Decir que eres Música puede ser atrevido, porque la Música atraviesa mi ser de una forma que tú no entenderías. Es como escuchar a un desnutrido hablar de comida. Yo soy un famélico de Música, tú, lo sabes, no has sufrido esa carencia. Pero sí puedo aseverar que eres canción ¡Eso, eso eres! Eres sorpresa, eres la canción vieja que nunca había oído, eres esa letra que en la madrugada repito una y otra vez hasta el cansancio de las repeticiones porque no puede ser, porque es imposible no haberte escuchado antes, pero qué lindo no haberlo hecho, porque hoy, ahora, a esta hora, degusto como hambriento esa melodía que enrumba a mi alma. Eres esa canción que escuché con los tobillos llenos de piscina, con las sábanas desordenadas en mis oídos, con tu sexo bailando en mis ojos y con tu alcohol revoloteando en mi corazón.

Sigue sonando para esta vida que, al oírte, se alegra de ser vivida.

Daniel Muriel